martes, 6 de febrero de 2018

Idiosincrasia del fútbol sudamericano

El fútbol fue inventado por los ingleses que además tuvieron la gentileza de traerlo a Sudamérica cuando estaban invadiendo el mundo. Sus marineros obligados a hacer algo con el tiempo de ocio decidieron recrear el deporte que practicaban en su isla natal pero que aún no terminaba de tomar forma. Eso que al comienzo era una exclusividad europea, con el tiempo fue diseminándose por el continente en el alba de sus repúblicas. Comenzaba una historia de amor.

En Sudamérica el deporte se redefine. Sus habitantes naturalizaron el juego que se convirtió en estilo de vida. Desde entonces las generaciones nacen, crecen y viven alrededor del fútbol. Un sudamericano en un día promedio puede ir a jugar fútbol, jugar play station (fútbol), leer prensa o ver noticias sobre futbol local o mundial, ver algunos partidos por televisión y quien realmente se especialice, le dedica tiempo a partidos históricos, estudia, lee o escribe sobre fútbol. 

Alrededor del deporte se ha creado una memoria colectiva nacional, es decir, cada país en Sudamérica juega a su manera, está en su adn. Estas fórmulas que son más instintivas que conscientes, más naturales que tácticas, son el resultado de las coyunturas de cada nación fusionadas al fenómeno deportivo. El resultado de ese sincretismo cultural ha sido unos estilos definidos de jugarlo que a la postre les permitieron erigirse como la vanguardia del deporte. Al día de hoy cada sudamericano apela a estas formas de juego, no por producto del aprendizaje, sino echando mano de una herencia que siente el deporte como parte de su vida. Así por ejemplo, hay valores que se construyen a partir del fútbol, por nombrar algunos, sentimientos de arraigo hacia la nación, ciudad o barrio.

Sobra decir que estos estilos no son camisas de fuerza y que cualquier generalización es un despropósito, sobre todo si hablamos de un deporte que cautiva por ser impredecible. Estos patrones de cada asociación, ligeramente más proclives a encontrarse en fútbol de selecciones que de clubes, responden a circunstancias territoriales y republicanas que van forjando identidades nacionales.

Brasil es la diversión, el baile, el fútbol como juego, la técnica excelsa que inevitablemente desmboca en juego bonito. Está tan naturalizado en su información genética, que los brasileros no tienen que aprender a jugar, ya nacen con la habilidad incorporada de pegarle a la pelota, de pararla, de poner el pie como tiene que ser. He conocido casos de brasileros reacios al fútbol pero con la habilidad congénita de jugar con la pelota como si fuera una extensión de su cuerpo. Si los brasileros se están diviertiendo en cancha, aunque sean pocos, ya es indicio de que van a ganar porque además, sí que saben lo que es ganar. 

Uruguay es la garra. Uruguay no juega bonito, ni siquiera se caracterizan por una táctica ferrea o gran calidad técnica. Uruguay juega a ser incómodo, a fastidiar, a hacer que el rival tenga que correr más de la cuenta. Juegan sin la pelota, invitan a que el otro equipo utilice todos sus cartuchos y cuando eso pasa, en el uno-a-uno llevan las de ganar. Cuando atacan, tiran una pelota larga y todos van a lucharla como si fueran un equipo de rugby. Se ubican estratégicamente esperando que el rebote les favorezca y sí que les favorecerá. Todos son cazadores esperando que el balón pase cerca, como un depredador acechando la presa. No van a definir con clase excelsa, van a romper el arco. Si no van a ganar, dejan claro que no será fácil derrotarlos. Así son la Selección más ganadora de la historia. Un país de 3 millones de habitantes es el epítome de un estilo del que cualquier equipo de fútbol debería nutrirse.

Argentina es el talento y la comprensión del juego. El jugador argentino conoce bien su posición, responde a cualquier planteamiento táctico y comprende que quien maneja los tiempos del partido maneja el juego en general. Es por eso que pueden tocar la pelota durante minutos sin otro propósito que dejar en claro que a ellos les pertenece el ritmo y por ende el juego. Siempre hubo un argentino que entendió mejor que nadie las características de su posición. Además siempre tienen un valor agregado. Un Maradona, un Riquelme, un Palermo, un Crespo que marca la diferencia. Messi es otra cosa. 

Colombia es el buen trato al balón. Les gusta tenerlo en los pies, lo que a veces juega una mala pasada. El fútbol colombiano, al no estar acostumbrado a ganar, sufre embates de mentalidad cuando juega por cosas grandes. Concretamente, mentalidad significa tener la claridad de levantar la cabeza y tomar la mejor decisión cuando las altas instancias de un torneo tienden a nublar la mente. Mentalidad es por ejemplo el cuarto gol de James Rodríguez contra Japón en Brasil 2014, tener la sangre fría de pinchar la pelota cuando sale el arquero al final del partido. 

Paraguay es letal tirando centros por arriba y por abajo. Siempre han tenido laterales que van al ataque y por eso sus delanteros y volantes siempre están esperando el centro, como lo han esperado desde que juegan fútbol. Ellos sí que saben resolver un balón que viene de costado. Se sienten cómodos cada que el balón abandona la banda y empieza a internarce en el área, si viene por arriba mucho mejor. Esa es su identidad, en eso es que son buenos y así han ganado lo que han ganado. 

Bolivia es el signo claro de que acá se juega el mejor fútbol del mundo. No porque sean grandes, sino porque siendo los menos talentosos a cualquier grande le pueden ganar. De hecho me encantaría que algún día Alemania, España o Francia visitaran el Hernando Siles Suazo. La media y larga distancia boliviana ha sido un arma letal contra todos los equipos. La Paz, su escenario antes inexpugnable a 3200 mts, es una invitación a pegarle de lejos al arco. Al haber menos oxígeno, hay menos resistencia al balón. Algunas personas dicen que la altura es un mito, no lo es. Menos oxígeno en el cerebro significa menos lucidez para tomar decisiones. Si a La Paz se llega sin un plan definido, la derrota puede ser paliza. Goles de larga distancia le han marcado a todas las selecciones, a todas las han derrotado. Obviamente su fortaleza es solo local, los números desavalan todas sus campañas visitantes. 

Peru siempre ha jugado buen fútbol pero tienen un problema casi patológico de definición. Son hábiles, técnicos, pueden llevar el ritmo del partido pero se desconcentran fácilmente y después les toca remontar resultados. Necesitan un motivador que les haga creer lo buenos que son. Cuando hubo líderes, hubo resultados.

Ecuador es la robustez física. Desde el 2002, primer mundial en el que participaron, sus jugadores son recios, velocistas que aniquilan con un balón al vacío o laterales que salen disparados. Hasta la última eliminatoria esa seguía siendo su apuesta que solo ha encontrado pausa con Alex Aguinaga. Si uno revisa sus selecciones clasificadas a mundiales, encuentra un patrón de corpulencia física que tambíen se haya en clubes que han sobresalido como la Liga Deportiva de Quito o el Independiente del Valle.

Chile a diferencia de los anteriores no ha conservado un estilo fijo. Su generación más exitosa se ha caracterizado por un ataque a un solo toque, vertical, presionando en cuatro cuartos, esa es la herencia de Bielsa y Sanpaoli, un equipo que compensa su escaso promedio de estatura con agilidad y juego colectivo. Es diferente de la otra generación recordada, la de Salas y Zamorano, dos cabeceadores natos. El fútbol de Chile debería tomar el estilo actual y promoverlo en sus jóvenes, fomentarlo en sus divisiones inferiores como una semilla para mantener ese ataque incisivo, desgastante, efectivo.

No es casual que Venezuela sea el más chico. No ha forjado un estilo que los identifique, uno que se practique instintivamente, llamemos "nacionalmente". Sus Selecciones han jugado de acuerdo a sus plantillas y posibilidades. Siempre ha sido una Selección con más futuro que presente. Se viene una camada de subcampeones del mundo. Tienen además un uniforme muy bonito.


En Sudamérica el fútbol se mezcla con la vida y por eso es un reflejo de lo que somos, de quienes somos. Basta con ver a nuestras selecciones nacionales y nuestros clubes para entender como afrontamos la vida en esta parte del mundo. "Entrenar" pareciera a veces exclusivo de esos que entienden el fútbol como algo artificial que comienza cuando comienza el entrenamiento o el partido. Para Sudamérica fútbol es niñez, adolescencia, proyecto de vida, una o muchas noches sin dormir, una cosa que excede las palabras y se queda sin explicación. Esa me parece una buena definición de pasión.

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