domingo, 2 de diciembre de 2012

Un equipo sin alma

El ascenso de Alianza Petrolera es el indicio más elocuente de las difíciles condiciones por las que atraviesa (y siempre lo ha hecho) nuestro fútbol de ascenso. Sin duda, Alianza Petrolera es el equipo más tradicional de la "Primera B". Ha sido con Rionegro su inquilino más regular, precisamente porque en sus casi 20 años de existencia fue capaz primero, de subsistir como asociación deportiva, y segundo porque jamás pudo terminar por encima de todos sus rivales que se cansaron de fluctuar por el ascenso colombiano, las ciudades, los hinchas y los nombres.

Alianza Petrolera gozaba con la historia y las condiciones que legitiman la gloria y la hinchada. Era el equipo insignia de una de las regiones más importantes del país. Jugar en Barrancabermeja habría resultado difícil incluso para el más encopetado club de primera división. A punta de coraje lograron sobrevivir todos esos años en la "B", y a fe que construyó un grupo de hinchas fieles que encontraban en su equipo no la reivindicación de sus ambiciones ganadoras, como la representación de su tesón y singularidad como territorio colombiano.

Pero el equipo con la hinchada más fiel y quizá más antigua del rentado "B" sucumbió a la crisis. Vendió su ficha, permutó jugadores, cambió de sede, de hinchas, de esencia. Alejados de su naturaleza, desvinculados de lo que significa originalmente su nombre y de las calamidades del ascenso, conformaron una escuadra artificial, sin raíces. Un equipo que conserva su nombre pero que detrás de su renovadísima y exitosa fachada carece del toque imprescindible de cualquier club: la pasión.

En su nueva casa, Guarne, no hay pasión. Por primera vez en su historia acogen un equipo profesional, con colores extraños y ajeno a su territorio. No hay sentido de pertenencia, no puede haberlo. La dinámica aleatoria del ascenso colombiano les asignó un onceno forastero. Difícilmente un equipo podrá destronar a Nacional y Medellín como los clubes más amados de la región, aun cuando el fútbol profesional haya arribado a su casco urbano.

Después de Alianza Petrolera, del que no me canso decir fue el equipo más tradicional de la segunda división, cualquiera será proclive a transmutar; a declararse en quiebra y de la nada fundar un club destinado al nomadismo, a la extinción, a la venta a capitales superiores. Con nostalgia, menos por la intermitente fundación y desaparición de equipos, que por la falta de arraigamiento y por ende de espactáculo, recuerdo por ejemplo equipos como Unicosta, representante adicional en la primera división de Barranquilla, y otros igual de representativos como Lanceros, Condor, Bello o Pumas, siendo ésta una pequeña abstracción de la larga lista de clubes desaparecidos, sin más rastro que la añoranza de sus hinchas.

Este Alianza Petrolera Paisa asciende y las disparidades y carencias de nuestro fútbol de ascenso han sido expuestas más que nunca a la luz pública. De todo corazón, siempre deseé que Alianza Petrolera representara al fútbol santandereano y en especial a esta árida, próspera y hermosa región en la categoría mayor del fútbol colombiano. Ahora, a la vista de un club artificial no hay que nada celebrar, o mejor, no hay quien celebre. Ni la gente de Guarne con ese equipo forastero, ni la gente de Barrancabermeja con su equipo de siempre en otra parte del país. Yo pregunto: ¿cuántas torres de perforación petrolera como la que aparece en el escudo de Alianza Petrolera existen en Guarne?