martes, 21 de octubre de 2014

La Primera División

Yo me pregunto si todos los hinchas de Fortaleza, Uniatónoma, La Equidad, Águilas Doradas y Chicó juntos podrían colmar un estadio de asistencia media en Colombia, por poner un ejemplo el Hernán Ramírez o el Centenario de Armenia, o incluso uno de aforo pequeño como el Metropolitano de Techo. Yo me respondo que no, que son equipos sin hinchada y que ello les confiere la pragmática y simple condición de clubes deportivos. 

Su historia administrativa y deportiva es admirable. Porque alcanzar después de pocos años por el fútbol de ascenso la primera división y además mantener su lugar en la máxima categoría, aunque hayan pasado por todas las sedes del mundo, es un logro que no muchos han logrado y que incluso clubes encumbrados han sido incapaces de ejecutar. ¿Pero qué pasa con la pasión? ¿Dónde queda el apoyo incondicional, la alegría o la tristeza por la derrota, la comunión con el pueblo, las historias de los hinchas? Quiero hacer notar que en los equipos anteriormente citados no está por ejemplo Patriotas de Boyacá. Aclaro que no hago acopio de equipos chicos, cito equipos desarraigados, sin gente que los aliente o que encuentre en ellos un representante digno de la región. Patriotas es el equipo de la tierra y la gente lo quiere.

¿Tendrán estos equipos aficionados que esperen un partido con nervios o que celebren sus victorias? ¿Será que les duele una derrota o sienten rivalidad hacia su compañero de plaza o ciudad? Para mí, la respuesta afirmativa a estas preguntas responde en gran medida a la esencia del fútbol, o por lo menos a su ámbito más importante. Porque tampoco podría negar la dinámica del fútbol de ascenso, y que nuestra máxima categoría de cabida a equipos de rincones remotos o sin historia. De algún modo la heterogeneidad de sus integrantes dota al campeonato de un aura sanamente integradora, a costa de un nomadismo que se apodera de los nuevos integrantes de la categoría máxima, y de una nueva tendencia en la que crear un equipo y hacerlo parte de la liga depende exclusivamente de grupos inversores.

La simbiosis Club-Ciudad, el sentido de pertenencia hacia una institución deportiva es cosa de algunos en nuestra primera división. Hay una primera división dentro de la liga Postobón. Por otro lado, todos los clubes nombrados en el primer párrafo coinciden en tener orígenes disimiles al lugar en el que actualmente actúan como local. Son equipos trasplantados, ajenos en un campo que cumple como sede del calendario, no como casa. Salvo por los familiares de los jugadores y representantes de la corporación deportiva, no hay quién disfrute del espectáculo, no hay quién se alegre. Los partidos se juegan para cumplir un sistema de campeonato que exige que se jueguen, al margen del corazón del fútbol que en mi concepto es la pasión que genera. Qué haríamos con una final Fortaleza - Uniatónoma.

El Torneo Postobón o Segunda División es el otro polo. Cuenta en su haber con 8 equipos representantes de ciudades intermedias de Colombia, equipos con historia en el fútbol colombiano. A estos se suman clubes que en medio de su modestia son los portavoces deportivos de ciudades pequeñas. Si bien la comunión hinchada-equipo en ocasiones no dura más de unos años en razón a que las instituciones quiebran o son adoptadas por otra ciudad, inversionistas o grupos económicos, cascos urbanos intermedios como Villavicencio, Popayán o Montería han logrado decir presente en el mapa futbolístico colombiano en el marco de un equipo hecho de retazos y sin más historia que una firma o un negocio. El hecho de que jueguen segunda división es irrelevante. Nadie espera de ellos una notable actuación porque persisten y subsisten exclusivamente como entidades que representan sectores específicos del país, apoyados no desde el cariño filial al club de los amores, como desde el orgullo por habitar una localidad que ahora acoge fútbol profesional. 

Hay excepciones. O hubo excepciones. No se olvide por ejemplo que durante más de una década Alianza Petrolera fue el equipo de Barrancabermeja, o Águilas Doradas el equipo de Itaguí. Rionegro fue el equipo más longevo de la Primera B en su sede original hasta su traslado a Bello, que por cierto, también tenía equipo propio. Es inevitable preguntarse qué sentido de pertenencia puede despertar en los habitantes de Pereira un equipo como Águilas Doradas, como en su momento me pregunto por la recepción en Tunja de Chicó F.C.

De todas las formas en las que hemos adaptado el sistema argentino de campeonato, aún cuando su adecuación sea desfavorable, la más acertada (quizá la única) ha sido la democratización obligatoria de los clubes, entendiendo que los clubes son de los hinchas y no responden únicamente a la burocracia de un aval deportivo. Mírese el caso de equipos en su momento grandes que han sabido sortear los descensos y las crisis de la mano de sus hinchas, haciendo de sus epicentros barriales un centro de acopio y convirtiendo las dificultades en un reto local: Parque Patricios con Huracán, Caballito con Ferrocarril Oeste, Chacarita con su equipo homónimo. Si las ciudades y los hinchas no intervienen en el futuro de su equipo como entidad, no me extrañarán equipos como el Junior de Cartagena, o el Once Risaralda.

Sería injusto sin embargo culpar sin miramientos a las alcaldías o incluso a las administraciones de los equipos por ser incapaces de sostener perpetuamente un equipo cuando son evidentes las dificultades económicas, y más sin ayuda privada o municipal. No es esto ni mucho menos una perorata en contra de malas administraciones o una columna con el propósito de juzgar. Sí es en cambio un llamado a las aficiones para acoger como patrimonio de sus ciudades y sus municipios el equipo que los representa. En este sentido es de rescatar las advertencias de la Superintendencia de Sociedades y el ejemplo de Millonarios y Chicó, en el que por medio de acciones son los hinchas los propietarios de los equipos: las llamadas Sociedades Anónimas. La grandeza de las instituciones nace a partir de la comunión con sus hinchadas. Entre más se cultive esta relación, incluso ajena al marco jurídico implantado, más viable parece ser la prolongación de cada equipo como representante de una ciudad o por lo menos un sector. 

La Dimayor recién ha aprobado un nuevo sistema de campeonato con dos inquilinos más. Su propósito, incluir en la fiesta grande de nuestro fútbol equipos con hinchadas que representen ganancias por la reproducción de sus partidos por TV o el mercadeo que generan, bajo una forma de restitución a la mística que sólo producen ciertos equipos. Aplaudo la iniciativa, no sin decir que la historia de un grande incapaz de ascender por sus propios medios y sí por decreto se verá afectada, que las alcaldías o gobiernos centrales deben ejercer un papel más importante en la formación de un equipo y en su relación con la población, que habrán muchos partidos de la Primera división que no voy a ver ni loco y por último que la historia importa, como importa la pasión. No tengo nada en contra de los equipos que nombré, de hecho, me resultan tan indiferentes que si están en primera o segunda división me da lo mismo.