lunes, 11 de noviembre de 2013

Llamado de atención a los hinchas de la Selección Colombia

Si al minuto 45 del partido que Colombia perdía amplia y justicieramente con Chile, un desinformado sobre la notable campaña que hizo la Selección a lo largo de la eliminatoria hubiese escuchado o leído o visto la forma en que los propios colombianos se referían a su equipo, habría pensado que este proceso exitoso se sumaba a la lista de 16 años sin clasificación, de nuevo derrotados, frágil, sin argumentos, con el corazón en la mano y lleno de heridas.

Naturalmente las cosas deben ser llamadas por su nombre. Lo de esa excelente Selección que es Chile fue una exhibición que desnudó algunas deficiencias sobre las que aún es perentorio trabajar. Fue un cuarteto posterior sin distancia, sin relevos, un equipo largo con el nerviosismo a flor de piel. Yepes, Perea, Medina y Armero evidentemente no jugaron un buen partido.

Pero el detalle amargo, la mancha a revisar, no fue precisamente una mala tarde de nuestros jugadores, como lo fue el huracán de críticas que arreciaron con todo y contra todos. Comentarios del tipo "un partido planificado para perder, para qué nos ilusionan si al final saldrán con el mismo chorro, mejor no vayamos al mundial si vamos a jugar así, Yepes ya está para cambio, qué se puede esperar si convocan a Faryd, qué hace Medina en la Selección" entre otros de muchísimo mayor calibre, marcaron la parada del apostatismo nacional.

Y la Selección Colombia empató, se clasificó y alcanzó el objetivo. La fiesta lo cubrió todo y sólo hubo tiempo para festejar. La magnitud del logro no daba pie para mirar atrás y reflexionar sobre el pesimismo que diseminábamos hacía media hora, y que ahora lucía la otra cara de la moneda por el tesón de los jugadores.

Esta Selección ha sido culpable de que su fanaticada se haya duplicado y triplicado, de que se recuperara la confianza y de que por un momento en mucho tiempo el país se uniera en una sola causa. Esa Selección del partido contra Chile, alcanzó una gesta difícil de igualar si uno mira la cantidad de adversarios que ese día batieron en 45 minutos. Porque no sólo era Chile el que estaba al frente, entre otros muchos obstáculos relucía la mala energía e infidelidad de un buen número de hinchas colombianos. Las redes sociales eran más inclementes que Vidal y Sánchez, nosotros los colombianos destilábamos el mismo veneno que terminó por ejemplo desembocando la muerte de Andrés Escobar después de EEUU 94.

Los hinchas, los verdaderos hinchas, me parece es más fácil identificarlos en las adversidades que en las buenas rachas. Si no, cuántas de las camisetas amarillas que hoy se ven cuando juega Colombia se veían hace 13, 10, 7, ó 2 años? Lo que como hinchas debimos haber hecho en ese momento e incluso antes, cuando Medina claramente tenía problemas por la franja derecha, fue apoyarlo, envolverlo, hacerle saber que su objetivo es el mismo nuestro y que si se equivoca, los hinchas serán un colchón que amortigüe la caída. Todo lo contrario. Al buen lateral debutante en la Selección le caían con piedras, palos y puntillas. Él era el último eslabón de una cadena de errores que empezaba con su convocatoria por parte del cuerpo técnico. Él fue el caso más sobresaliente, porque también nos fuimos lanza en ristre contra Pekerman, Yepes, Aguilar, la Federación, los partidos de preparación, Colombia, la vida y nosotros mismos.

Como futbolero, como adicto manifiesto a este deporte, entiendo las pasiones que se mueven y más en esta clase de partidos; sé que putear y maldecir son elementos tan inherentes al fútbol como lo son la pelota o los hinchas mismos, y comprendo que son los resultados la veleta que apunta hacia el odio o el amor. Pero esta Selección, esta generación que ahora tenemos, a diferencia de la noventera, ha tenido que cargar con la amargura de la derrota acumulada durante casi dos décadas. Antes nadie reclamaba la gloria porque no habíamos tenido la oportunidad de saborearla. Ahora que sabemos lo que es, hemos exigido con dureza una reivindicación a ese corto pasado de glorias, y ellos han sabido responder. Ese día contra Chile nada de eso se tuvo en cuenta (qué fácil olvidamos). Justo cuando debimos haber detenido los juicios valorativos y apoyar incluso más que en periodos de abundancia, 
delegamos de nuevo todo el trabajo a los once muchachos.
En virtud de reacciones como esas queda preguntarse, ¿qué clase de hinchas somos los de la Selección? ¿Ante el primer revés daremos la espalda hasta el próximo resultado positivo? ¿Qué papel desempeñaremos en una competencia tan exigente como el mundial? ¿Qué aprendimos de experiencias como la de USA 94 y qué debemos hacer para no caer en los mismo errores?

La primera y si no una de las más importantes reflexiones que quedan después de estos 16 años es la urgencia por combatir la arrogancia. No estamos por encima de nadie, incluso ahora que somos cabeza de serie. Somos lo que somos y así debemos entendernos y valorarnos. Si perdemos, perdemos todos y todos analizaremos desde la derrota la forma de emerger. Los juicios inquisitivos no conducen a ningún lugar. La crítica debe primero localizar el error y segundo y más importante, proponer alternativas que replanteen la situación. La Selección Colombia tendrá aún que trabajar mucho para subsanar los fallos que tiene, nosotros los hinchas también.