jueves, 27 de junio de 2013

Mis disculpas a Pekerman

Cuando el segundo ciclo del Bolillo al frente de la Selección Colombia terminó abruptamente, sentí como buen hincha de la Selección la desazón de una partida triste pero necesaria. Y digo triste porque la sensación que la Selección había dejado en la Copa América de Argentina fue buena, de cara a lo que sería el inicio de la eliminatoria; necesaria porque su motivo no meritaba una repercusión menor. Sin mayor optimismo recibí la elección de Leonel como nuevo timonel nacional, y que quede claro que a pocos jugadores admiro tanto como a Leonel, además de que pocos como él conocían la esencia Maturana-Bolillo por la que de nuevo apostábamos. Aun así era recortar un proceso a medio camino y empezar otro. Por eso, cuando la Federación rescindió sus servicios y acudió a José Pekerman, fui el primero en oponerme y augurar una nueva carrera de desilusiones y tristezas.

Además me parece que su currículo no lo respaldaba. Era un técnico con muchos logros a nivel juvenil, pero su única experiencia a nivel de selecciones mayores se cerró sin mayor trascendencia, con el agravante de que recibió una Selección Argentina hecha, que ya se conocía porque aún cargaba la memoria colectiva que heredó de Bielsa.

Pekerman fue comedido en sus primeras convocatorias. Revisó los jugadores que venían de procesos anteriores y que mantenían buen nivel en sus respectivas ligas. A ello sumó uno que otro líder sobreviviente de la anterior generación y apostó por un par de jugadores que mantenían un alto y regular desempeño en el torneo colombiano. Así, dio inicio con una decisión que encarrilaba su trabajo al que me parece es un punto clave de su gestión y que lo distingue de toda una pléyade de seleccionadores nacionales: la continuidad. Por primera vez en mucho tiempo yo, y cada uno de los hinchas de la Selección, conocimos el equipo, nos sabíamos la alineación o por lo menos augurábamos la convocatoria, síntoma inequívoco de estructura.

Con una eliminatoria que se juega cada dos, tres o seis meses, con tiempos de concentración no mayores a una semana y el trajín de las ligas extranjeras y sus viajes, generar una memoria colectiva en el equipo es fundamental, y eso se hace jugándosela con su equipo, manteniendo una base con añadiduras excepcionales. Si revisamos, el equipo de Pekerman ahora, es prácticamente el mismo con el que empezó más afortunadas incorporaciones. El grupo ya se conoce, son amigos, saben qué esperar de cada uno. Se han convertido en un engranaje que de ser necesario modifica una o dos piezas, pero mantiene los andamios. Sé que las comparaciones son odiosas, pero recuerdo que durante las tres eliminatorias fallidas, cientos de jugadores desfilaron por la tricolor sin que ninguno llegara a establecerse. Nadie sabía quién estaba en el equipo y cada convocatoria era un grupo nuevo con el que era necesario iniciar de cero.

Debo decir sin embargo, en defensa de nuestros anteriores directores técnicos, que el momento que vive Pekerman es además el producto de una generación privilegiada que nace con el trabajo del profesor Eduardo Lara. Ese equipo ganador del sudamericano en el eje cafetero fue la cantera de la que ahora se alimenta la Selección. Nunca, ni siquiera con nuestra generación dorada de los noventas, tuvimos figuras tan rutilantes y con el renombre con el que ahora cada jugador es figura dentro de su liga. Y no es que quiera decir que de nombre y camiseta ganamos, pero contar con jugadores que mantienen esos niveles en las mejores ligas del mundo indefectiblemente aporta al equipo jerarquía, rigor en las concentraciones y en el trabajo que la Federación y sus ayudantes deben hacer en torno a ellos.

De Pekerman también es plausible su trato con los jugadores. No he estado jamás en una concentración ni en una práctica, pero llama vistosamente mi atención la escucha, el cuidado, el compromiso de cada uno de los jugadores ante cada instrucción y que después retribuyen en cada celebración. Da gusto ver una celebración en la que participan todos los integrantes de la Selección, en la que cada uno festeja porque ha hecho lo que debe para alcanzar ese logro colectivo y nacional.

En cuanto lo futbolístico esta Selección tiene algo que durante una década y media adolecimos y que sin duda fue nuestro principal impedimento con miras a clasificar. Esta Selección tiene Gol. No es perogrullo decirlo, no es una redundancia. Para los anteriores tres procesos anotar era una odisea y eso ha ido cambiando primero por el módulo que aplica el profesor Pekerman y también por las características de nuestros delanteros. Hay volumen de ataque, es decir atacamos con más jugadores, debido primero a la seguridad que les brinda ser un equipo corto, respaldado, solidario. Influye por supuesto la salida que hemos encontrado en Armero, Zúñiga y Arias, en las constantes diagonales que hacen creativos y delanteros, en sus servicios de pivot ante pelotas largas y en el trabajo con rebotes ante pelotas de área (reconocimiento enorme a Abel Aguilar). Como hacía mucho tiempo Colombia es una Selección goleadora que además, ha hecho de su casa un fortín.

Valgan las felicitaciones también para Barranquilla que se ha encargado de convertir el Metropolitano en un infierno amarillo para el visitante. Jugar en la casa de la Selección implica tomar todas las precauciones, so pena de salir goleado. Ostentamos el promedio más alto de asistencia por eliminatorias en Sudamérica, además de reconocimientos no menos plausibles como la valla menos vencida del torneo o el mayor número de partidos ganados consecutivamente en nuestra historia de eliminatorias.

Su metodología sin embargo está plagada de enigmas. Se dice que se encierra en un departamento a ver fútbol todo el día, y que está enterado de todos los jugadores colombianos que militan en el exterior. Se dice que sabe cómo están, en qué piensan, cómo se nutren, cómo pasan  el tiempo, el momento familiar y sentimental por el que pasan. Se dice que se sabe los currículos de memoria. Se sabe también que gana buen dinero, como se sabe que a fe se lo merece porque vive además documentándose sobre todo lo que incluya la palabra fútbol y sobre sus rivales. Se dice que la preparación de cada partido es absolutamente rigurosa y pormenorizada.

Supongo que su hermetismo es relevante, ese silencio casi penitente horas previas a cada encuentro. Por eso, fue una sorpresa enorme cuando divulgó la alineación titular antes del partido con Paraguay en Asunción. Ese día lo comprendí todo. Ese día llegábamos clasificados, no había mucho qué esconder. Es como si tomara en cuenta cada detalle por ínfimo que sea.

Siento que decididamente debemos culpar a Pekerman por todo lo que ha pasado. Cada instrucción ha ido con el tiempo fortificándose, convirtiéndose en pilar del equipo que hoy tenemos. Incluso nuestro nuevo uniforme con medias blancas ahora me luce más elegante, más sobrio pero no menos intenso, ajustado al trabajo de José Pekerman quién con gusto lo digo, con su trabajo y acertadas decisiones borró cualquier incertidumbre que tuviéramos sobre él. El mundial es una realidad que él logró, porque no seamos modestos, Colombia está adentro y con altas expectativas.

No repetiré el equivocado triunfalismo de Estados Unidos 94. Digo lo que ha pasado y basado en el fútbol que todos hemos visto, tengo elementos verídicos para aspirar a grandes cosas en Brasil. El trabajo concienzudo, responsable y humano de Pekerman, sus jugadores y todo el personal que los rodea nos permite a nosotros los hinchas soñar con lo que pasará dentro un año, una fiesta que creo podemos empezar a celebrar desde ya.