Estimado Señor Jesurún
Estoy
con la Selección desde 1992. Me declaré hincha en el primer partido de
Barcelona 92 contra la España de Guardiola y Luis Enrique que perdimos 4 - 0.
Desde ese día la apoyo porque me representa como ciudadano del país, porque en
ella deposito parte de mi arraigo a esta tierra y porque es una de las mejores
embajadoras de esta nación turbulenta. Cuando los tiempos son difíciles la
Selección es una motivación, es el optimismo en la tierra expresado en su
fútbol, la reunión de todos los ciudadanos en un mismo propósito. A pesar de
algunas celebraciones lamentables la Selección reivindica nuestros mejores
valores como sociedad.
La
reciente convocatoria de Pablo Armero a la Selección, o la convocatoria sin una
disculpa pública, sin una posición oficial por medio de un comunicado o una
rueda de prensa en contra de la violencia doméstica, va en detrimento de todas
las bunas razones que acabo de nombrar. El mensaje que se envía desde la
Selección Colombia al ciudadano promedio es "está permitido pegarle a la
mujer siempre y cuando sean buenos profesionales".
No
creo que sea necesario citar las estadísticas por violencia doméstica en Colombia
y todo lo que representan. Sí cabe recordar la responsabilidad civil que nos
atañe como integrantes de una comunidad y que debe traducirse en repudiar
cualquier forma de maltrato familiar, mucho más la Selección con su poder de
convocatoria. El poder implica responsabilidad y por eso ustedes no pueden
pasar por alto este desacierto. Usted y todos los miembros hombres de la
Federación, son hijos, esposos, padres, amigos, hermanos.
La
Federación y la Selección no pueden permanecer en silencio. Al no pronunciarse,
la Federación es cómplice de un acto infame, un acto que está en contra de
todos los buenos y malos recuerdos que tengo de ese equipo y del fair-play que promueve la soberanía de
los valores humanos sobre los resultados deportivos. El punto no es que lo
convoquen, el punto es convocarlo y no plantear una posición clara de rechazo a
la violencia en el hogar y de apoyo a las víctimas.
Por
otro lado, es una oportunidad magnífica para que la Selección encarne
activamente los buenos valores que ya representa de facto en la sociedad. El incidente en cuestión puede ser
aprovechado para combatir las cifras por violencia doméstica en Colombia si la
Selección en general se convierte en abanderada del respeto familiar y el
cuidado a la mujer. Que la Federación ejerza un liderazgo con impacto social
positivo y el evento sea catalizador de un movimiento que abogue por el respeto
y el buen trato.
Entiendo
que traer a colación un evento polémico y que "fue superado" no es
recomendable. Creo sin embargo que actuar con rectitud y principios humanos
debe hacer parte de la constitución de la Federación Colombiana de Fútbol y de
toda organización regida por el estado de derecho. Debo comentarle a modo de
confidencia que desde la convocatoria en cuestión, cada caso de violencia
familiar que llega a mis oídos me hace pensar que la Selección y la Federación
no tuvieron las agallas de plantear una posición clara de rechazo sin ni
siquiera pedir disculpas. Faltó en la dirigencia eso mismo que en la cancha la
hinchada pide a los jugadores.
El reclamo de esta
carta es mucho menor al llamado a actuar, a pronunciarse, a dejar en claro que
los buenos somos más y que hacemos cosas buenas. Desde 1992 jamás he acumulado
un recuerdo que amaine mi apoyo incondicional y este no puede ser el primero.
Confío en que meditarán el asunto, se pronunciarán y tomarán las acciones
propias de una Federación líder con iniciativa en favor del país, sus ciudadanos
y ciudadanas.